Al bailar, ese ser monolítico que obsesiona a la filosofía, se suspende y en esa suspensión se produce un curioso diálogo con la muerte. Por eso bailar, cada vez, tiene algo de sacrificio: reverencia repetida al punto de llegada obligado para todos. Tomamos como punto de partida ese refrán tan bonito que dice: "Que nos quiten lo bailao", y nos adentramos en la idea de que lo que nadie te puede quitar, ni siquiera la muerte, tiene la forma de baile, un acto que, de tan efímero, se deshace en sí mismo sin dejar recuerdos precisos.Wszelkie Prawa Zastrzeżone
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