Sus ojos se amplían, el cárdeno de sus orbes brillan en lágrimas traicioneras. Todo su cuerpo cae, desmayado, y ahora el paisaje del claro lo contempla al revés. Estando de cabeza, pronto comienza a marearse; pero en la bruma de su desesperación, observa recostado en un árbol, a Wei WuXian. Un sendero de sangre emana de su cuerpo, yendo al principio del lago, tiñendo el agua cristalina en carmesí. Aún está vivo, mirándolo con el rostro ceniciento por el horror vislumbrado.