Tomó su mano con fuerza. - Por favor, déjeme ir con usted - rogó. No podría sellarlo, eso no sería justo, él no merecía una vida así. Sintió la calidez de su mano posada sobre su mejilla, por inercia terminó por alzar la cabeza. - Secre, te agradezco por permanecer estos 500 años, pero es hora de que puedas continuar tu vida. No, no, no, no, no, no, no, no, no. o: Secre y Lemiel tienen que despedirse.