Recuerdo la noche que empece con todo esto, era una noche lluviosa de enero, a pesar de que las lluvias nunca dejan la ciudad, ese momento estaban más furiosas que de costumbre, tal vez, y con cierto recelo, lo relacioné a mi estado de ánimo, a los sentimientos bruscos y fuertes que burbujeaban dentro de mi ser. Estaba yo sentado frente a la chimenea con una taza de té humeante tratando de calentar mi pobre espíritu carente de riqueza emocional, cuando de pronto, caí en la cuenta de mi infortunio; de tu gran capacidad para jugar y hacer de mi voluntad lo que desearas, fue allí cuando sentí una mezcla de odio, enojo y orgullo, ¡oh el letal orgullo! Definitivamente, tenía que hacer algo, cualquier cosa para librarme de ese horrendo tormento y conseguir, por fin, la paz. Las cartas no fueron la mejor idea pero fueron útiles para cuando el momento llegó... la paz trajo consigo oscuridad y nada más que un espesor de negrura, era la nada misma.All Rights Reserved
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