Adler Amat lo tenía todo, familia, amigos, amor, dinero y felicidad, la ecuación perfecta para no quejarte de tu vida nunca, hasta aquella noche de octubre.
Adler debió quedarse en casa y no ir en busca de su novio cuando este no volvió de su excursión. Adler debió ir con los guardabosques o las autoridades. Adler debió evitar el bosque aquella noche donde la luna estaba llena, el viento soplaba con fuerza descomunal y los arboles rompían en una sinfonía de crueldad.
La vida de Adler se derrumbó cuando encontró a una bestia de ojos rojos sobre el cadáver sin vida de su prometido, cuando vio la sangre salir a borbotones del cuerpo del amor de su vida, cuando vio aquellos ojos alegres y vivaces sin vida, vacíos y fríos. Aquella noche Adler sintió su vida dar un giro de oscuridad, crueldad y sufrimiento.
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-Yo fui el primero en besarla-, alardea Bryce.
-Yo le quitaré virginidad -, grita Ace en voz alta.
-Ella me amara primero-, responde
Chris enfadado.
Erica pone los ojos en blanco y pisa fuerte. - ¡Los odio! Los odio a todos.
Erica se encuentra sin hogar y sin familia después de que sus padres sean expulsados de la Manada del Oeste. Se ve obligada a tomar la única opción que se le presenta. Ir a la Manada del Norte y vivir con el Alfa, Luna, y sus hijos trillizos. Al no ser ajena a la Manada Norte, Erica es consciente de lo crueles que pueden ser Ace, Bryce y Chris. Pero lo que no espera es que la despojen de su condición de Beta y la consideren una Pícara dentro de la Manada. Avergonzada y atormentada, Erica se convierte en nada más que una cáscara de la mujer que solía ser. Hasta la fatídica noche en que encuentra a su pareja. ¿Aceptará el vínculo que le ha otorgado la Diosa de la Luna o huirá tan lejos como pueda?