*Los nombres sólo son referencia para cambios futuros.* Un día normal como cualquier otro en el reino de Álystor, se encontraba la casa de Eric Árstalon. Era un amanecer, y se asomaba sobre la ventana un hermoso crepúsculo. El viento era fresco y agradable, como si cada soplido te quisiese decir algo. Golpeaba con suma ternura, que te hacía sentir tranquilidad a toda costa. En eso, posaba un joven que tenía la visión hacía el horizonte a aquel reino, mostraba una visión ostentosa y melancólica. Estaba extremadamente callado y serio, estaba atento a la pálida insinuación de la primera luz del amanecer. En la casa, no había ruido alguno que pudiera distraer a aquel joven que miraba con tanta seriedad el sol por la mañana, pero ya no puede hacer nada por su bien. Sabía que ese silencio, era un silencio paciente e impasible. El estaba esperando con suma avidez a que sucediera lo que tanto esperaba. Como si anhelara a que ya sucediera lo peor para irse de este mundo terrenal y deshacerse de ese silencio. El silencio que te trae a la muerte.
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