Mi nombre es Jeon Jung-Kook.
Esta historia transcurre en mis años de temprana juventud, quizá mucho antes.
Mi taciturna vida experimentaba estás exposiciones de receloso propio, y las observaba como si no le hiciera la mayor impresión.
Extrañamente, sentía que le pertenecía a un ser distinto al que se me había otorgado.
Posiblemente el ser más cercano a mis ideales era Kim Tae-Hyung, un joven que rondaba mi edad, compartíamos pasiones parcialmente similares. Él fue el guía del que se me despojo al pisar tierra sagrada. Llegué a la conclusión de que él reclamaba mi voluntad, no quería hacerla propiamente suya, pero veía en ella algo que desaprovechaba con malicia impropia, como algún soborno que mi mente había aceptado para ocultar su capacidad.
El llamado de mi candente renacer tal vez, me acercaba con una impureza mal intencionada a los cristales sobresalientes del racismo espiritual. Sensaciones indescifrables comenzaban a brotar vivamente del quebrantar de mi inocencia. Tal fue la impresión que me generó aquel hombre, que despertaba constantemente, airadamente, empapado de un febril sudor, mirada perdida, mente aberrante, voces demoníaca que gritaban consignas contra mi impuesta ideología.
Es un enorme martirio para la luz ser tocada por las tinieblas, aunque ella conocía de antemano el resultado (lograr limpiamente apaciguar la soltura de la perdida), prefería permanecer en la lejanía de esta.
Tal vez la vida fue siempre así, oscura, y yo no fui advertido.
A muy tierna edad se me reveló que: si te alejabas de la luz, lo bueno, lo puro, lo luminoso y conveniente, no iría tras de ti a dirigirte en la profundidad de las tinieblas, en la búsqueda de una salida, no, ella te esperaría afuera evitando dispersar cualquier tipo de mal vista neblina. Perderse en ella era de todos los días, salir de ella en cambio; era transcribir nuevamente nuestra historia, olvidar las heridas de nuestros descalzos pies, y continuar aparentando no
Estaba yo solo en aquella casa, lo único que escuchaba era el sonido del viento a través de la ventana, se escuchaba el sonido de las tablas de madera del suelo rechinar con cada paso que daba.
Incluso podía escuchar mi propia respiración, pero no podía sentir mi corazón.
Juraba que pensaba que estaba solo en esa casa, pero resulta que todo este tiempo he estado con... ella.
Puedo sentir mis sentimientos conectados con los suyos, pero mi sentido del tacto era completamente inútil.
Esta es mi historia, nuestra historia.
Cuando ella y yo teníamos un... amor sin materia.
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Portada hecha por @JustMaruu
Go-Tōbun no Hanayome de Negi Haruba