Parecía que quería irse y yo no quería que se fuera. Me sentía mal, no tanto por dejarlo con las ganas, había dejado a otros así antes me sentía mal conmigo misma por fallarme así. -Sr. Hiddleston, espere.- Iba a irse porque estaba por darse la vuelta.-Es que yo jamás lo he hecho. Se detuvo casi en seco. Era algo que no había querido decirle, quizás lo notaria, cuando lo hiciéramos pero no quería decírselo, me apenaba o quizás se arrepintiera de hacerlo conmigo. Se dio la vuelta y se me acerco. -¿Perdón? ¿Qué es lo que nunca has hecho? -Pues...- Me volví a poner el saco, casi preparándome para salir huyendo.- Esto, ya sabe. -¿Eres virgen?- Me sonrió y a mí se me caía la cara de vergüenza. -Si.- No quería ni mirarlo a los ojos. ¿Y si se burla de mí? -Podías haberlo dicho desde que acordamos esto, quizás habría sido diferente. Digo, no me malinterpretes. Solo es sexo, pero pude actuar diferente. Tampoco soy un bruto, puedo ser un caballero si me lo propongo.- me tomo la cara por la mandíbula, acariciándola igual que hace unos momentos.- No esperes una cama con pétalos de rosa ni velas en la habitación. Pero si aún quieres hacerlo, podemos tomarnos nuestro tiempo. ¿Quieres? Me volví a sentir nerviosa y las puñaladas las sentía esta vez en la boca del estómago. Esto era lo que quería ¿o no? Hacerlo y probarlo... no enamorarme. Él era perfecto porque jamás iba a poder enamorarme de él. Era cruel, odioso, presumido, arrogante, amargado, pretencioso, le gritaba a las personas y las trataba mal en ocasiones. Distaba mucho de ser lo que yo me imaginaba que podría ser mi hombre perfecto si es que existía. Nunca me podría enamorar de un hombre como él. -Si quiero.