Su cabeza descansaba echada hacia atrás sobre mi hombro, tan fría que sentí la piel de gallina. Mi pecho dolía por el esfuerzo y la agitación, y me encontré llorando desesperada. La rabia y la impotencia me carcomían y presioné nuevamente su pecho, pero está vez no me detuve.
-Por favor...por favor- supliqué mientras las lágrimas, la lluvia o quizá el agua que goteaba sin parar de mi pelo se deslizaban por mi cara. Golpeé nuevamente, con un fuerza que ni siquiera sabía que podía tener y esta vez su cuerpo se contrajo. Golpeé de nuevo, aún más fuerte y el chico escupió una gran cantidad de agua sobre mis manos aún en su pecho. Otro golpe. Con una arcada que resonó en mi cabeza el chico escupió el resto del agua y comenzó a toser.
"Respira". Y dejé que la inconsciencia me atrapará a tiempo de sentir como me tumbaba boca arriba en la arena, con el extraño aún entre mis brazos.