Al renacer de sus cenizas, se dio cuenta que su camino en solitario le permitiría vivir sin temor a quemarse, después de haberlo hecho durante tantos años, se había cansado de ser la Phoenix, aquella mitológica e inmortal ave que al caer se quemaba, renaciendo de nuevo en ella, siendo así posible su inmortalidad. Enamorada de la muerte y de la vida, decidió alejarse de ellas, pues, se dio cuenta, que su corazón seguía muerto, y por ello, debía adentrarse en un mundo donde las guerras habían corrompido hasta al más puro de los corazones... Pero ella no se rendiría, pues nacía y moría preguntándose donde podría esconderse aquella ave que avivaría su fúnebre corazón, muerto incluso antes de existir.