"La observé con mas detenimiento. Su forma de andar segura y despreocupada, su melena rubia cayéndole por los hombros tan larga y sedosa, unos ojos celestes y deslumbrantes, una sonrisa blanca y perfecta enmarcando sus delicados y hermosos rasgos. Sentí un pinchazo en el pecho y entonces tardé menos de un minuto en darme cuenta que, en realidad, nunca, ni en lo que reste de mi vida, podré hacerle daño a esta chica". -Adam Hayes.