La señorita Tucker, al igual que muchas de sus contemporáneas, padecía de la enfermedad comúnmente conocida como "histeria femenina". Dolencia que la llevaba a experimentar severos cambios de humor, ansiedad o comportamientos impropios de una dama de su época. aunque claro, para sanar su dolencia solo requería de un suave masaje pélvico sobre su intimidad, y quizá, la compañía adecuada.