"Este fragmento es un descenso y un ascenso simultáneo por los laberintos del deseo y la necesidad. La vida, aquí, no es un tránsito sereno, sino un agujero negro que devora y eleva al mismo tiempo. Cada encuentro, cada abrazo, es un microcosmos donde el amor se siente como una droga que quema las venas y despierta la conciencia a la fragilidad y a la divinidad del cuerpo y del alma. El narrador se entrega sin medida, reconociéndose y perdiéndose en la otra persona, como si su existencia dependiera del reflejo de sus ojos, del resplandor que solo ella puede otorgarle. Es un relato de vértigo emocional, de belleza dolorosa, donde el egoísmo se confunde con la necesidad vital de sentir, y donde la pasión y la vulnerabilidad son indiscernibles. Cada frase es un suspiro, un grito y una caricia, un recordatorio de que amar intensamente es perderse para encontrarse de nuevo, siempre en el abismo que nos devuelve la vida."