Crónicas del último recoveco de la noche

Oímos historias de personas que conocemos, o que podemos conocer; anécdotas de individuos que son notados por sus familias, amigos, y, eventualmente, por lectores. El nombre de algún protagonista que conozcas es el nombre de un afortunado que siempre ha contado con la atención de sus allegados, que ha sido cuidadosamente protegido del olvido. Pero de quienes no has escuchado hablar es de aquellos cuyas historias no revelan sus nombres, sus identidades exactas, y que fueron abandonados a merced de sus acontecimientos solitarios. Historias que no han visto la luz, existentes e inexistentes al mismo tiempo, de las que nadie sabe pero que están conscientes de sí mismas. Son casos rezagados que perdieron para siempre el horizonte de la visibilidad, asignados por una fortuna malévola al anonimato. Y en su naturaleza aislada, el mal y el horror encuentran la acogida apropiada para hacer de las suyas, se infiltran pacientemente y consumen con método a sus inquilinos; quizás por eso los hombres solitarios son más propensos a las lúgubres noches pasadas en vela que los demás.
Quienes protagonizan los siguientes relatos, o jamás se ha vuelto a saber de ellos, o yacen muertos, por lo que su única voz es la transcripción de un tercero. Esta es la antología de tantos cuartos y hogares que nadie jamás conoció ni supo de lo que ocurrió en sus interiores.