Contar siempre la misma historia ya es aburrido, cuenta con muchos clichés novelisticos y siempre va a terminar igual: sin su final. Pero por ver esa sonrisa, aunque sea una vez más, lo vale, lo vale aunque su dulce voz no pronuncie su nombre, su mente no sepa de él y su familia sean sólo ellos dos. Era una rutina que pasaba solamente en cuanto el niño tenía una pesadilla, una rutina que solamente le daba dolor al recordar a su amado, quien estaba lejos de él.
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