¿Quién dice qué por ser mujer no puedo tener lo qué yo quiero? ¿Acaso es un pecado el querer que solo seas mío y de nadie más? No querido, desde el día que entraste a esa habitación con un ramo de rosas y esa camiseta blanca que resaltaba tu pecho de tal forma que hizo paralizar mi corazón un segundo, desde ese jodido momento, me decidí a hacerte mío. No te vas a librar de mí, no tan fácilmente, puede qué no lo demuestre, pero soy persistente, más de lo qué creés. No lo olvides, ahora me perteneces ese es tú destino.