Lucifer una vez fue angel, no es así?
Mientras sea caperucita quien cuente la historia, el lobo siempre va a ser el malo.
Alice: soy mala, mucho más de lo que te puedes imaginar. Necesito causar dolor en los demás para sentirme bien. No soporto hacer feliz a alguien. No se lo merecen. Egoísmo, venganza, maldad, sufrimiento, manipulación... Esas son las palabras que definen mi día a día. Mi labor del día es causar sufrimiento en al menos una persona, de ese modo puedo dormir en paz. Actúo diariamente, tienen que sentirse culpables y yo quedar como un ángel. Lo hago para sentir que me merezco lo que me pasa... Los diablos vienen del infierno, ¿no?
Oliver: Soy una persona empática y amable. Me gusta hacer sentir bien a los demás a costa de lo que sea. Viajo mucho por temas de mi madre. Allá a donde voy soy bastante popular y no tardo en hacer amigos, pero nunca duran más de un mes, hasta que me mudo... En realidad nunca nadie me ha tratado como yo les trato, son amables pero se que a las espaldas no tardan en hablar. Pero así es la sociedad. Todos unos clones.
¿Que pasará cuando los caminos de estos polos opuestos se encuentren? Se van a acercar, cada uno por sus motivos que a ninguno de los dos les convienen. Oliver debería huir, Alice, sorprendentemente, también. No se imaginan donde se están metiendo, con los ojos vendados y sin vuelta atrás. Ya no hay retorno.
Una noche en Las Vegas cambia la vida de Nailea, cuando despierta casada con Alex Milani, un carismático piloto de Fórmula 1.
Lo que comienza como una farsa para evitar un escándalo mediático pronto se convierte en un torbellino de emociones, atracción y secretos.
Entre el brillo de los eventos de alto perfil y las sombras del pasado, Nailea y Alex deberán enfrentarse a sus diferencias y a una conexión inesperada que podría unirlos... o romperlos para siempre.