Todo transcurrió demasiado rápido, apenas estaba cayendo la noche cuando los soldados del Gobierno sacaron a cada persona de su casa, sin darle tiempo tan siquiera a ponerse los zapatos. Tres filas se hicieron notorias una vez cada persona de la ciudad estuvo situada en la plaza central. En la primera se encontraban los niños que tenían hasta diez años de edad junto a las embarazadas; en la segunda nos encontrábamos los adolescentes que rondábamos entre los once y veinticinco años; y en la última las personas mayores de veintiséis años y cualquiera que padeciera alguna enfermedad. El orden se hizo después de tener a cientos de soldados, que acababan de salir de diferentes camiones blindados, apuntándonos a la cabeza. Lo que siguió sucedió muy rápido, en pocas palabras se dedicaron a masacrar a cada persona que se encontraba en la tercera fila. Los gritos y llantos que antes se oían en silencio, en aquel momento formaban el peor sonido que jamás haya podido escuchar, junto al de los múltiples disparos que acabaron con la vida de cada persona que quería y de las cuales nunca pude despedirme. El Gobierno nos quitó cuanto amábamos; a nuestras familias, pero eso solo era el principio.