El ansiado día de la boda ha llegado, pero no es Samuel quien está parado en el altar; los detalles son imperfectos porque no son para él y en la carta que jamás será enviada agradece por las sonrisas, por los momentos y por la herida, esa herida que estaba destinada a ser sanada por otro. Una historia que comienza con un Wigetta triste pero necesario para un Rubegetta con final feliz. Disfrútenlo.