Recuerdo perfectamente el día en el que te conocí. Un dieciséis de Noviembre, hace cinco años.
Era el cumpleaños de una amiga que teníamos en común.
Estaba sentada sola, hasta que llegaste tú.
Hablabas mucho, quizá demasiado para mí. Yo sólo respondía con monosílabos, no porque no quisiera hablar contigo, sino porque me dejabas sin palabras. El verte tan emocionado contando tus historias o mencionando cualquier cosa sobre el lugar, la comida o el clima solo para tener un tema de conversación, me hacían querer escucharte sin interrumpirte.
Creo que podría estar así todo el día sin aburrirme, porque tu sola compañía es suficiente para mí.
Si tan solo lo supieras.
Y bueno, aquí van las cosas que nunca he tenido el valor para decirte...