No es que Hiro odiara la Navidad. Solo odiaba todo lo que conllevaba: las estúpidas decoraciones, las estúpidas luces, los estúpidos villancicos, las estúpidas fiestas navideñas, los estúpidos regalos y toda esa estúpida gente abarrotando todas las calles de San Fransokyo con su estúpida alegría. De acuerdo, quizás Hiro sí odiaba la Navidad. Pero este año tiene un plan: se va a escapar al lugar más remoto que se le pueda ocurrir. Lo que no sabe es que se va a encontrar con alguien que le cambiará la vida.