Llevaba tiempo, mucho tiempo sin sentirme tan sediento...una sed, que quemaba mi garganta y hacia crecer el ardor deslizándose por cada recoveco de mis entrañas...tal era el ardor que estuve a punto de sucumbir al deseo, de dejar que cada músculo de mi cuerpo decidiera actuar por si mismo, dejar a un lado la razón y que el instinto asesino pasara a controlar mi cuerpo, acabando con esa pequeña llama de humanidad que durante siglos había estado protegiendo... estuve a punto de cometer otro pecado más y estoy seguro de que hubiera sido solo el principio de un sin fin de ellos...