Mi incipiente visión patriarcal durante la adolescencia fue apartándome poco a poco de los anhelos, sueños y proyectos que mis padres tenían para mi vida... luego también aparecería el ángel que terminó convirtiendo mi realidad en un torbellino de esquivas incongruencias.
Buscando sus huellas entre las contradicciones de mi alma y reconociendo mi incapacidad filosófica para traducir esta problemática en sus excesos, mi dualidad quedó resumida a oposiciones binarias, donde se siente el peso de su ausencia en medio de acumulaciones metafóricas.
Por más que ponga énfasis en las palabras, lo que es estrictamente verdadero queda sometido a relativas paradojas, donde lo claro y lo evidente no lo son tanto.
Ciertamente, no son las palabras sino las acciones, actitudes y silencios las que me llevan al análisis más escrupuloso, mirando lo que hay encima para después lo que hay más adentro.
Nuestras vidas están repletas de coincidencias, y en esta secuencia repetitiva que es la vida, lo que realmente nos distingue es la manera en que afrontamos sus vicisitudes y buenos momentos (variantes derivadas del propio temperamento), y a pesar de que cualquier posibilidad innovadora pareciera sentenciada de antemano, necesito dar mi versión de los hechos, aunque sea a través de los ojos conspicuos de mi ego o alguna canción que de pronto se hace presente.