Yo... yo no era especial, no era diferente, no era rara, no era hermosa ni tenía un cuerpo de modelo, mi familia no era adinerada, ni conocida, yo... yo no era nadie.
Y si yo no era nadie, entonces ¿por qué yo? ¿Por qué entre tanta gente me habían elegido? ¿Había sido por descarte? ¿Era un blanco fácil? ¿No sería más que una broma? ¿Quién haría una broma así? ¿Había hecho enojar a alguien? ¿Era eso una venganza? No lo sabía, no había forma de saber, no había a quien preguntar, sólo yo, aislada del mundo, alejada de cualquier ser que respirara, apartada, oculta, prisionera.
Saint Adofaer es un hospital psiquiátrico de alta seguridad donde habitan los monstruos más oscuros de la mente humana: asesinos, manipuladores, criminales que se esconden detrás de una máscara de enfermedad.
Anthony Cadwell, un joven residente de psiquiatría, llega con un propósito claro: explorar los límites de la locura y entender lo incomprensible. Pero Saint Adofaer no es un lugar para comprender, es un lugar para resistir. En sus pasillos helados y bajo las luces estériles, conocerá a siete pacientes, cada uno una grieta en la humanidad, cada uno una forma distinta de perder la esperanza.
Pero será su última paciente quien lo marque para siempre. Una historia que sobrepasa todo diagnóstico, y que le enseña una verdad inquietante: los libros de medicina no lo enseñan todo.
¿Qué sucede cuando aquello que intentas salvar te susurra que nunca debió ser salvado?