Había una vez, un niño alado con flechas a su costado. En aquella época que los dioses gobernaban los cielos y la tierra, y el niño a su mando jugaba con las flechas hasta atinarle a la pareja en blanco. Sin embargo, el niño alado se cansó de hacer mandados, dejando su arco y flechas a un lado, tomó un libro prestado y decidió irse a jugar con los sentimientos de los humanos.
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