Ya estaba acostumbrada a que mi casa fuera alguna especia de casa de acogida. Si, era ese lugar donde los niños huérfanos demasiado mayores para ser criados a tu gusto pero no lo suficientemente grandes para vivir por si solos pasaban sus últimos meses/años hasta que eras cambiado de casa o mayor de edad. Por alguna razón del maldito destino, siempre nos tocaban los raritos. No es que los discrimine ni nada pero hombre, no se podía negar que eran un poco siniestros. Algunos eran un poco sociables y otros simplemente te ignoraban. He pasado casi toda mi vida viviendo con extraños, ya estaba acostumbrada. Había vivido y oído de todo. Hasta que el maldito Damon Russell apareció en mi puerta.