-¿Por qué estás aquí?- pregunté molesto - ¡TE PEDÍ QUE NO ME SIGUIERAS! - Grité. Mi paciencia, se agota. -Calma, todo ésto se puede arreglar- trató de tranquilizarme, o tranquilizarse -Podemos llevarlo al hospital y sobrevivirá - dijo mientras se acercaba lentamente. -¿Es que no lo entiendes?- mostré esa sonrisa que pocas veces dedicaba - Él tiene que morir. Silencio. No me gusta que él no diga nada. Apunté mi arma en su dirección. - Te daré dos opciones - me miró fijamente - Puedes ir a casa y fingir que no viste absolutamente nada... O ir y decir a cualquier persona lo que he hecho, pero te mataría después. Comenzó a reír... Idiota. Guardó silencio y se puso recto. Entonces tomó la misma posición que yo. Y no pude evitar sentirme feliz por tener un arma apuntando a mi cabeza.