Pedro y Elizabeth no se conocían, y nada indicaba que hubiera entre ellos la menor afinidad, salvo que ambos eran jóvenes y que la infelicidad que nublaba su vida los habia llevado a ponerse en manos del mismo psiquiatra. Esta circunstancia en apariencia casual no tardó en revelarse como una estratagema del destino. Pedro y Elizabeth estaban ligados indisolublemente. Fueron necesarias muchas sesiones -siempre bajo hipnosis- y el entusiasmo de un medico capaz de transgredir los dogmas de la ciencia al uso, para que ambos recuperaran la memoria de anteriores reencarnaciones y descubrieran los lazos que los unían más allá del tiempo.