Ruidos fuertes que venían del techo; a veces todas las noches, a veces una vez al mes. Una chica tranquila cuyos dedos eran tan livianos como el algodón o tan pesados como el plomo. Golpe, choque, golpe, crujido, resoplido, hipo, llanto. Sollozo. "Tal vez fue el viento," ella solía decir. Cuando el techo se volvió tan silencioso como ella, él se arrepintió de haberle creído siempre sus excusas.