Mi brazo. Estaba totalmente manchado de tinta. Pero no eran solo manchas. Esas manchas constituían nombres. Era la evidencia, era la prueba de que mi verdad era como siempre, un juego. Café blanco. ¿Cuántos golpes puede soportar una taza sin romperse? ¿Cuántas amigos puedo tener sin manchar mi brazo de tinta? Ninguno. Y eso me aterraba. Porque lo primero que pasaría, era lo último que quería. Perderlos. ¿Cuánto debo perder para desafiar a mi propia existencia? >Creppypastas >Personajes no originales míos, derechos a su respectivos creadores, excepto la protagonista.
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