En la mañana llegaron los fuertes mareos y finalmente, las arcadas. Rubius se levantó lo más rápido que pudo de su ahora revuelta cama para dirigirse desesperadamente al baño, logrando llegar justo a tiempo para comenzar a devolver todo aquello que lo había estado atormentando durante la noche dentro del inodoro que, para su sorpresa, no fue algo que comió o que le había caído mal al estómago, sino algo que nunca se imaginó podría salir de dentro de una persona. Eran flores, más específicamente, azaleas púrpuras.