-¿Acaso me odias?- se podía sentir el dolor en mi voz. -Lo único que odio de ti es tu puta manera de controlar mis demonios cuándo nadie más puede...- soltó con rabia y ¿arrepentimiento?. -¿Pero sabes qué?- siguió, pero esta vez con la voz un poco temblorosa.-El odio mantiene vivas a las personas... en cambio el sufrimiento; No.- Tomó aire y yo no sabía que era más cortante, si su silencio o los pedazos de mi corazón hecho trizas. -Lo siento.- dijo al fin.-Pero prefiero odiarte a terminar sufriendo sabiendo que no te puedo tener. - A pasos lentos se alejó, y lo único que podía escuchar era a mi consciencia una y otra vez repitiendo tres simple palabras... -Eres un imbécil.-