Muchos han llegado admitir que la señora Groosman solo sale de su casa cuando tiene un velorio. Nunca se ve, solo tiene una cantidad loca de sirvientes. Se viste de la mejor forma aunque solo sus empleados lo ven. Es sumamente millonaria pero solo invierte en su mansión. Los que han tenido la fortuna de verla en persona dicen que es la mujer más hermosa que han visto. Claro que esto la lleva a ser un blanco para la prensa, aunque todos saben que alguien de su monarquía nunca llega a estar en páginas amarillista. Su esposo es un escritor reconocido que nunca se atreve a estar en el foco. No le gusta que hablen de su dinastía porque dice que está maldita por no poder quedar embarazada. La mayor desgracia del apellido es no dejar un legado duradero. Claro que eso cambiaría cuando al llegar el verano Waris Gawen decide pasar sus vacaciones con su abuelo, (productor y guionista) muy conocido que la tenía muy al tanto de toda esta situación. Esto la llenaba de una curiosidad estimulante tanto que más de una vez se vio tentada a entrar al recinto con la esperanza de saber más. Solo con la débil certeza de que todo alguna vez queda a la vista más cuando hay miles de luces tratando de atinarle. Aunque no solo los largos muros de la mansión serían expuestos, ya que un día por error le llega a su correspondencia la cancelación de un alquiler de vientre que la pareja había consultado, Waris que ya había leído lo suficiente para estar interesada en este caso, tanto que tener algo de por vida le es familiar. Decide hacerse pasar por la chica y recibir la suma y, todo lo estipulado en el trato previsto. El verano que prometía ser una historia de Hollywood de los 80 narrada por su abuelo se convirtió en misterioso descubrimiento de todo lo que el apellido Croosman significaba.