Hay una carta sobre la mesa en que Sadie Bardolet y Darian Kesja compartieron su última cena previa al esperado viaje. La tinta que se esparce dentro de ella no lo hace con la intención de despedirla ni de romper con ella, tampoco traza las palabras que la cobijarán mientras extrañe su presencia. Trata de amor. La carta que al sostenerla pesa tanto entre sus manos describe un amor que no pudo ser pero sí crecer; más aún, uno que no pudo desaparecer. Habla de esos amores que parecen robarte tanto el aliento que llegan hasta el punto de asfixiarte durante un momento. O es eso lo que a ella aparenta sucederle, puesto que ha perdido todos los controles sobre cómo seguir viviendo de la misma manera, sabiendo que el hombre que ella ama quizás la deje plantada el día más importante de su vida: el cual ya tiene fecha, y está inquietantemente cerca.