Escir y Helvorn estaban en guerra. El capitán Bastián siempre había sabido cuál era su deber. Servir a su país, Helvorn, con todas sus fuerzas y su corazón, eliminar la amenaza del norte y proteger a su gente de sus ataques. Pero cuando en una de sus misiones encontró a un soldado escirio herido y lo hizo su prisionero... dudó.
Era su deber ser duro. Era su deber hacerlo confesar, sin importar sus métodos. Y aun así, aquel soldado enemigo no parecía un monstruo. Solo un mocoso.
Un mocoso, eso sí, con los ojos grises más bonitos que había visto en toda su vida.
Kim nunca pensó que mentir en su currículum la llevaría a una completa travesía con su joven jefe.
Nico nunca pensó que darle una oportunidad a Kim la convertiría en el amor de su vida.