''Aunque no vaya al cielo, si estoy contigo me sentiré en el.'' Dijo Gabriel con la mirada hacia el firmamento y con el corazón fuera del cuerpo, fuera del alma, pues este ya no era suyo. Su corazón al igual que él mismo, cayeron por la misma mirada, por los mismo ojos miel llenos de ataraxia y soledad. Ahora sus lágrimas bailaban en sus mejillas ya acostumbradas al dolor incesante al igual que la agonía en aquellos corazones desesperados por la cálidez del otro. Inconscientemente aquella mirada vaga y pacífica había captado su corazón. Así es, Gabriel había caído en su etérea mirada.