Desde el origen de los tiempos, en cada cosa que una persona le dijo a otra, estuvo desde siempre la intención de contar y el arte de contar.
En todas las épocas todas las culturas la transmisión de las ideas, las costumbres y la memoria de cada grupo humano fue una narración, adaptándose ella a cada pueblo y cada civilización. Y así el devenir mismo de la humanidad resultó un relato maravilloso, lleno de acción y heroísmo, de voluntad y asombro, de poesía y encantamiento.
El cuento es la forma hablada o escrita más popular del género humano. Su largo recorrido empezó con las fábulas que contaba el esclavo Esopo y que después fascinaron a todos los pueblos. Por eso desde muy antiguamente las naciones adoptaron las formas narrativas para todo: la política, la historia, la filosofía, la oratoria. Y después las culturas grecolatinas la constituyeron en Literatura, entendida ésta como la historia de la vida humana contada por escrito.
Y de entre los distintos géneros en que esa interminable narración se dividió, hubo uno que siempre funcionó como atractivo fantástico para los chicos de todas las épocas: el género de los cuentos raros, misteriosos, enigmáticos, sorprendentes en su resolución.
Quizá porque los seres humanos nos creemos tan perfectos, sin serlo, solo en la sorprendente literatura admitimos nuestra pequeñez y nuestras debilidades. Esas naturales limitaciones que, casi siempre, nos hacen mejores personas.
Ha de ser por eso que la gente no puede vivir sin contar lo que le pasa, lo que observa, lo que piensa y, por si fuera poco, lo que le contaron. Siempre que uno cuenta algo, encuentra a otro que presta atención.
Quienes trabajamos en este libro soñamos con que ustedes entraran a este mundo con cuentos preciosos. A ver si acertamos. Pasen y lean. Y después nos cuentan.
MEMPO GIARDINELLI.