Mi vida enamorada de Paul McCartney había sido difícil. Yo, sin aceptarlo, caí en el bovarismo; y como si le hubiese traído la misma tempestad me sobrevino a curar con sus besos. Sí, fue la tempestad la que trajo a Stuart Sutcliffe. Yo había de comprenderlo poco después, cuando mi alma, habituada a la agría inconformidad, se viera en los más cuerdos conflictos. Ya esa noche me sorprendió aquel semblante cuyo sólo recuerdo aún me desgarra el corazón. *Pequeño tributo a el Beatle pérdido. Libremente inspirado en el libro "Pensativa" de Jesús Goytortúa Santos.