Elismar Whittemore, era conocida como la hija menor del pintor Jackson Whittemore.
Era, algo así como la descarrilada de sus hermanas: Elsa, su hermana del medio, era una pintora famosa a pesar de los mil y un problemas que tenía y Elisa, su hermana mayor, era el mejor médico que había conocido en toda su vida.
Pero no sabía quién era ella.
No tenía ni la mínima idea de lo que quería, de quién era y de lo que sentía.
Tenía dieciocho años, casi diecinueve (eso lo sabía porque lo decía su acta de nacimiento), miles de problemas encima, al igual que unas cuantas copas de whisky mezclado con tequila (por supuesto nada de esto era legal, que ni quiera Dios que Eleonor Miranda de Whittemore -su madre- se enterara), cuando Elismar conoció a Süheyla sin saber el impacto que esa rubia de ojos grises tendría en su vida (además de impactarle una gelatina de colores y licor, en su ropa en medio de una fiesta), y mucho menos, le pasó por la cabeza que le robarían el corazón.
Por otro lado, Süheyla Aslan estaba llegando a los veinte. Veinte años viviendo sin ningún rumbo, yendo a fiestas todos los días por la noche y emborrachándose hasta perder el conocimiento, a la vez que ocultaba un gran secreto de todo el mundo (bueno, casi todo el mundo). Sus padres eran perfectos, su familia era amorosa y perfecta, pero ella... ella sentía que algo le faltaba y sabía más que nadie, que había heridas que nunca se borraban con facilidad.
Sin saber qué hacer, siguió la rutina de todos sus días: ir de fiesta y sin querer, conoció a Elismar.
Aunque ese simple contacto de miradas, cambiaría toda su vida y le daría el poder de llegar al corazón de una Whittemore.
Y quizás era el destino o que ella no podía controlar por nada del mundo, su lengua.
Novela completa.
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