Cuándo la noche comienza

Eran las tres y cuarto de la mañana cuando en una noche fría y silenciosa Kilian Kozlov entraba en una pesadilla de la cual no podía despertar.

Unos ojos grises casi blancos lo veían desde la oscuridad de su armario, no parpadiaban, no se movían, lo veían directo a sus iris verdosos. Intentaba gritar o moverse pero todo le era imposible, era como si aquellos ojos lo controlaran, robando su voz y movimientos.

No había nada más, no había monstruos o fantasmas, sólo los ojos penetrantes y el, viéndose fijamente durante toda la noche.

A esa misma hora en el condado más importante del pueblo, Damiana Zuzunaga parecía tener un sueño que pasó de ser relajante a ser uno inquietante.

Un par de manos tapaban su boca, manos grandes y arrugadas, que le impedían el habla e inclusive la respiración, ella pataliaba sin cesar, tratando de safarse de aquellas manos misteriosas, pero no lograba nada, y esas manos la aprisionaron durante toda la noche.

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