—Hey, vamos a algún lado, la playa tal vez; me apetece nadar. Sus cabellos lacios revolaron en el mismo momento en que formuló la oración, enzarzándose en una danza que con ayuda del sol les dió el brillo platinado que se robó mi aliento. —Tú, ¿me estás escuchando? Voces entrecortadas por un velo negro. —¿¡ME OYES!? VAMOS DÍ ALGO. POR FAVOR.