Sol y Tomás son mejores amigos desde el cumpleaños número ocho de Sol, ese mismo día hicieron su primer trato, ser los mejores amigo del mundo. Después de aquello, hicieron unos cuantos más, incluso uno que fue el último, justo cuando sus vidas tomarían distintos rumbos y en medio de una tregua que hicieron para despedirse: si dentro de cinco años estaban solos aún, se juntarían y se casarían. Era un trato estúpido, pero para ambos fue una tabla de salvación en aquel momento.
Ahora Sol ha perdido a su madre, y en medio de la soledad y el dolor, no puede dejar de pensar en aquel chico que robó su corazón. Lleva años sin verlo, sin saber de él, y necesita reorganizar su vida, para poder encontrar un nuevo sentido a su existencia y cumplir con lo que le ha prometido a su madre. Así es como ella toma las riendas de su vida, y se convierte sin darse cuenta en alguien muy distinta a quien solía ser, se cierra al mundo, a la gente, a la vida misma, quizá por temor, quizá por soledad, quizá por dolor. Y aunque vive soñando con aquel muchachito al que amó, apenas se reencuentran, su vida se le va de las manos, y no es capaz de admitirlo, porque hacerlo significará su debilidad y hará caer toda la fachada que había construido para mantenerse a salvo.
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¿Puede una chica romántica y delicada enamorarse de alguien tan ruda como Lynn Loud? Issabella Abrams era esa chica: amante del color rosa, del maquillaje, la poesía, y de las historias de amor. Todo lo contrario a Lynn Loud, quien prefería la acción, los deportes y no se preocupaba demasiado por lo sentimental.
A pesar de sus diferencias, había algo en Lynn que atraía a Issabella. Tal vez era su valentía o su determinación, o quizás el hecho de que Lynn no temía ser exactamente quien era. Mientras que Lynn también sentía cierto interés en Issabella, no entendía como no podía tentarse en ganar y ser la número uno, veía que ella era como una suave brisa que acariciaba el rostro hasta de quien no merecía con dulzura, dulzura que raramente a Lynn le encantaba.