- Amores, pasenlo bien, Jumpol estate atento a tu hermano, que no le pase nada en el recreo, actúa como un buen hermano mayor - encima me exigía.
Ese demonio que llevaba cogido de la mano no necesitaba ninguna protección por mucho que fuese su primer día en la escuela, estaba seguro de que en la guardería aquel maldito había aprendido a manejar a las personas a su antojo, tal y como yo lo había hecho cuando tenía su edad, y ahora con diez años, no podía evitar sentirme ridículo por la intensidad de los celos que me carcomían por dentro.
Escuché como mi madre arrancaba, dejándonos por fin libertad para ser quienes éramos.
- Ya puedes soltarme, se van a creer que somos maricas, y a diferencia tuya, yo no lo soy - aquella voz tan fría y tan conocida que poseía el pequeño me enervó los nervios como solo él podía conseguir.
Le solté la mano dándole antes un fuerte apretón, pero la expresión del idiota no cambió en lo más mínimo, aguantando a la perfección la mueca de dolor, porque sabía que aquello había dolido en su manita.
- Con siete años ni siquiera creo que sepas lo que es un marica, enano - le contesté con maldad.
- Solo tengo que mirarte a ti - me espetó, aquello encendió mis mejillas.
Odiaba que fuese tan hábil con las palabras y más odiaba darme cuenta de que irremediablemente siempre acababa poniéndome a su altura a pesar de llevarle 3 años más.
[ADAPTACIÓN]