Corrí, corrí, ¡corrí!.
Ahí seguía, el látigo era más veloz, los gritos retumban entre las paredes, la daga del amor degollaba lo poco que creí que fuese valioso.
En este maldito lugar todos son tan amigables, pero tan hipócritas.
¿Qué?, ¿qué sucede?, ¿Por qué nadie hace nada?.
Un padre promulgó "Cristo nos salvará".
Un maestro gritó "Nos detenemos a la mitad de la construcción".
Un doctor se arrepentía "Ya no hay cura".
Mi familia aclaraba "No significas nada", se retractaban y decían "Lo lamento, eres grande", y luego notaba los murmullos.
Mis amigos se lamentaban "Nada cambiará, somos un desastre".
¿Qué hago, entonces?.
*Crédito*
Imagen de Maria Serrano
Jae-ji siempre había tenido el control. Era la mejor en todo y nadie se atrevía a desafiarla... hasta que llegó Seulgi.
Lo que comenzó como un intento de dominarla se convirtió en su mayor derrota: en privado, era Seulgi quien tenía el control, y Jae-ji no solo lo aceptaba... lo adoraba. Entre celos, provocaciones y un juego de poder inesperado, Jae-ji descubrirá que ceder nunca estuvo en sus planes, pero con Seulgi, tal vez siempre estuvo destinado a suceder.