Florecilla: Han sido días malos. Tú no lo sabes, pero he vuelto a verlos. Están siempre conmigo, siempre... como tú. Esos deseos de carne, vísceras, miembros, se tornan fastidiosamente insoportables y en Kansas no hay ninguno digno como tú. Es una batalla continua, tú, tan lejos y tan cerca siempre dictándome qué hacer y cómo obrar. Me desespero, grito y callo, río y lloro, te quiero cerca, ¡Aléjate! La navaja amaestrada por la ceremoniosa parsimonia de mis dedos hizo una incisión casi perfecta en su cuello y su sangre de ángel caía a borbotones por su garganta límpida y de miel. Sus gemidos lastimeros y excitantes, me sabían a gloria y despertaban partes de mi anatomía que creía muertas y que como tú insertas subconcientemente en mí con frívola persistencia; debía saborear hasta el último hálito. Recuerdo cada detalle, cada gesto... No podrías imaginarlo. Sus movimientos deliciosos, me duelen satisfactoriamente con especial énfasis en el centro de mi instinto, en mi pestilente ser. ¡Ah! Recordarlo, detente, calla, quisiera rebobinar el tiempo... ¿Acaso no me eres tú también conocedora de los fuegos artificiales que se sienten de la capa más externa a la más profunda de mi piel? Querida florecilla, mi otro yo; aventurémonos en búsqueda de nuevos sabores, ven mi todo, acompaña mis pasos y mi mente, acompáñame mi bien... Been.
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