Háblame bajito

Milo no sabe mucho de la vida, pues ha pasado gran parte de la suya encerrado entre las paredes de su casa debido a la sobreprotección de su madre, que tiende a enfadarse muy rápido con él.
Milo sabe que es por su bien, pero aun así, no quiere que le griten más, por eso se esfuerza en pasar desapercibido, escapando en silencio cada vez que tiene oportunidad de colarse en casa de Agustín para pintar un poco.
Nadie tiene que saberlo, es su secreto.
Milo sabe que pintar es malo, pero es imposible detener aquello que le brota desde el corazón cuando ve a Agustín sonreírle. No sabe qué es, pero intenta explicarlo con colores.
Lo que sí sabe, es que hay algo que le entristece cuando Amanda brilla frente a él y los ojos de Agustín, y sabe que hay algo que duele, cada vez que su familia le niega la posibilidad de verse a sí mismo como un adulto.
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