Ambos jugaban juntos, ambos reían, dormían, soñaban. Total, todo lo hacían juntos. Ambos eran niños felices. Adelaine, risueña y tímida. Y Jacob tan serio y callado. Pero a ella eso le encantaba de él, y a él le encantaba ella, le encantaba escucharla hablar sin parar, su voz era su melodía favorita. Ambos eran uno mismo, ninguno podía vivir sin el otro, habían nacido para estar juntos. Ellos lo creían así. Pero la vida se encargaría de recordarles que no era así. Que no eran uno mismo, que eran personas individuales y que dos no era uno. Pero en la vida siempre hay excepciones. Y ellos eran una de ellas. No por nada eran unos Bélanger. QUEDA RIGUROSAMENTE PROHIBIDA LA REPRODUCCIÓN PARCIAL O TOTAL DE ESTA OBRA POR CUALQUIER MEDIO, SIN LA AUTORIZACIÓN DEL AUTOR.