"¿No te sientes sola, viviendo en tu propio mundo?" me pregunta, casi en un susurro. Le dirijo una mirada indulgente antes de responder: "¿No te sientes impotente, viviendo en el mundo de otros?" Es entonces cuando sus profundos ojos verdes se clavan en los míos, sus pupilas se dilatan cuando le devuelvo la intensa mirada y siento como su rostro se acerca lentamente.