Muchas personas dicen que lo más doloroso en la vida es presenciar la muerte de un ser querido. Sin embargo, lo que nadie sabe es que hay algo todavía peor. El dolor de que el amor de tu vida reencarne, pero sin memorias de su vida pasada, la agonía de que te haya tocado conocerle de nuevo, pero te persiga la impotencia de no poder huir del tormento. Ahora es un ángel guardián y no se irá hasta que haya cumplido su misión. Pasar tiempo con él es tan grato como doloroso y es seguro que es un suicidio para la cordura de cualquiera. En algún momento las lágrimas acabaran por secarse y el anhelo de que sus sentimientos sean mutuos incrementará, el deseo que demostrase aunque sea un poco de melancolía o empatía... como antes, pero los ángeles no lloran, ¿o sí?
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