«Padre nuestro que estás en el cielo, arráncame el cuello. Amén» - ¡Suéltame, niño feo! - Richard, Richard Baps, taradita. Para ti, príncipe y salvador. - ¡JA! ¡Ya quisieras... Taradito! -se zafa mientras sonríe orgullosa de sus palabras de defensa. Él se masajeó el entrecejo mientras anulaba de su mente las distintas formas de machacarla y... - Basta, Richard. Eres más que eso -suspiró para sí mismo peinándose el cabello con una mano. Kika lo veía como si hubiera salido de un psiquiátrico-. Hagamos un trato. - ¿Un trato? - Un trato. - ¡Un trato! -Richard volteó los ojos- ¿Qué dije? Kika no tenía idea de nada. Sólo sabía que debía conseguir su celular de regreso y nada más tenía una semana para ello, además de que ahora no tenía más opción que hacer un trato con el único nieto y entonces primogénito de la dueña de la biblioteca municipal, Richard Baps.